La farsa de la pseudociencia

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El actual gobierno español, que llega al poder por pura carambola política y que según algunos análisis geopolíticos obedece a un intercambio de poder que beneficia a los poderes financieros transnacionales, que son los que manejan los hilos de las elecciones en las  democracias occidentales, los que manejan las primaveras árabes y ponen el mundo patas arribas, en función de su hoja de ruta financiera, ha decidido revivir lo peor de nuestra carisma histórico: la caza de brujas, la persecución a todo lo que ponga en peligro los intereses crematísticos de sus amos en la sombra -esos que con su poder económico financian grupos de presión y cambian las decisiones políticas de nuestros gobiernos, nacionales e internacionales para el beneficio  de su cuenta de resultados, caiga quien caiga, incluso el poder soberano de un pueblo inexistente salvo en el simulacro de las urnas.

Basta recordar el caso del azúcar cuando se extorsionó al comité americano que debía investigar si era un posible problema de salud para que diese un falso informe que beneficiaba a las empresas productoras, dinero a cambio de salud.-

Uno de esos amos en la sombra es conocido como la mafia médica, alianza nefasta entre el  sistema de salud y el poderoso lobby farmacéutico, unos de los grandes negocios a nivel mundial y que para muchos vive de la enfermedad, patologizando al extremo cualquier proceso de vida, como envejecer, sufrir duelos, ser “hiperactivo”, perder la líbido en el proceso natural de la vida y cuyos bienes y servicios son una de las principales causas de muerte en el mundo, la iatrogenia.

El dios Dinero, una vez más, utiliza a su favor, la ciencia, pervirtiéndola y convirtiéndola en su nueva religión, el cientifismo, que posee un comité inquisitorial para todo aquel que discrepe con sus creencias, basadas en premisas infalibles, como las que defienden las corporaciones farmacéuticas contratando a “escritores fantasmas”  que se dedican a escribir o a colaborar de manera sustancial en textos académicos, docentes y artículos de opinión de manera no explícita o reconocida.

Realizando una propaganda sistemática, con pretensiones de objetividad y cientificidad que por saturación (la propaganda es continua, multinivel y excluye otras voces más equilibradas simplemente por ocupación de los espacios en las mejores revistas científicas del mundo) que acaba convenciendo a todo el mundo, incluido la mayoría de los médicos, que en el caso que nos ocupa, quedan impedidos intelectualmente para adaptar sus prácticas al sentido común, de que a menos intervención, a más prevención más salud y menos efectos secundarios como preconizan “las brujas” de nuestro artículo: las medicinas más integrativas y holísticas, denostadas por esos contra-estudios que ahora ondean sus banderas en los principales medios de comunicación de masas que, por desgracia, en vez de informar y formar conciencia obedecen a ese mismo poder en la sombra, y atacan y desprestigian con copias y pegas muchas terapias ancestrales validadas por los siglos y otras de nuevo cuño, que preconizan sanar creando salud, sin agredir al organismo con bombas de racimo químicas, desinformando, confundiendo y alertando.

Al atacar a las “brujas” y demonizar al enemigo de sus intereses económicos, en este caso, las medicinas tradicionales y/o complementarias integradas en la llamada Medicina Integrativa, objeto de estudio en prestigiosas Universidades de todo el mundo y reconocida por organismos internacionales como la OMS, el Consejo de Europa y El Comité Internacional de Bioética de la UNESCO, atacan la libertad de libre elección en uno de los ámbitos que más vulnerabilidad crea en un ser humano, perder la salud y atacan la libre prescripción por parte del médico que práctica un arte y una ciencia que ahora quieren coartar, ante el peligro que les supone que un 60% de la población tenga acceso en la actualidad a las medicinas integrativas y a la libertad de elegir una medicina enfocada en la salud, no en la enfermedad.

Lo peor del español, ese acomplejamiento ante lo que desconoce deja a nuestro país en muy mal lugar, respecto a países como Alemania, Suiza, Estados Unidos -que son vanguardia en la implementación de las bondades de estas mal llamadas medicinas alternativas, pues son simplemente medicinas con abordajes diferentes- Y muestra una ignorancia al incluir, por ejemplo, entre las denominadas “pseudoterapias” a la acupuntura que se encuentra regulada en países como USA, Alemania, Australia, China y otros muchos, y se practica en hospitales del máximo prestigio, con resultados muy positivos y de más que sobradas evidencias científicas. O a la homeopatía que goza de gran reputación en Europa y que en España prescriben más de 10.000 médicos.

Nuestros Ministerios se delatan como incapaces de ampliar las miras hacia la vanguardia de la ciencia y ven desde su luna particular a la tierra como una fuente “inagotable” de recursos y no un milagro lleno de misterios aún por descubrir para una ciencia que desde su cientifismo niega que haya otra manera de acercarse a la realidad.

Una ciencia que presume de verdades que en muchos casos no poseen, y que está llena de errores, contradicciones y cuyos postulados muchas veces son meras fantasías y subjetividades, con la que intentan sustentar las teorías que popularizan a bombo y platillo para condicionar en la dirección de sus ingenierías sociales a la población, cada vez más pasiva y alienada y, en el caso de la medicina actual, considerándola, por sus logros, no discutibles, como la mejor que podríamos tener, cuando evidentemente está centrada en la patogénesis en vez de la salutogénesis y muchos de los tratamientos que se dan en los hospitales si fueran revisados con la lupa que ahora quieren poner a las terapias integradas en la Medicina Tradicional y Complementaria, faltando el respeto a miles de médicos que las usan en todo el mundo al llamarlas pseudoterapias, tendrían que estar fuera de los hospitales y  sus cabecillas farmacológicos denunciados por premeditación y alevosía, por la cantidad de efectos secundarios y muertes asociadas a medicamentos que, en muchos casos, no han pasado el rigor científico que ahora exigen, pues hay mucho negocio en juego, cuando, además de homeopatía, que se la ridiculiza como placebo, o de una cataplasma de arcilla no se ha muerto, que yo sepa, ningún cliente.

El hecho de que nuestro gobierno en connivencia con la Organización Médica colegial  de España da un inexplicable giro en contra de la tendencia internacional y lo que hace unos años reconocía esta misma organización  como actos médicos, en el caso de la homeopatía o a la acupuntura pase ahora a ser consideradas como pseudociencias o pseudoterapias evidencia para quien quiera ver una caza de brujas, promovida por intereses nada claros, hacia los médicos que defienden la «el poder curativo de la naturaleza» de los médicos antiguos y no podemos resistirnos a ver en ello una conspiración, que no una conspiranoia, que atenta con las armas de su pseudociencia, pues la ciencia que se vende no es ciencia, sino vasalla de intereses ajenos al Bien Común y deslegitima la neutralidad que se le presupone para investigar en la dirección adecuada que es defender la salud de la mayoría, no la salud económica de quien al financiarla, la compra.

Pseudocientíficos que se atreven a desmerecer, en su osadía, la profunda ciencia del Ayurveda, por ejemplo, milenaria ciencia holística donde el espíritu es el eje, ese que esta ciencia materialista niega y quisiera hacer desparecer de la faz de la tierra y de lo profundo de nuestra alma, para convertirnos en ganado para la siguiente revolución tecnológica, la robótica, donde hacen falta esclavos alienados, atiborrados de pastillas, de venenos controlados por inquietantes microchips que inocularán en vena su codicia y el control de un ser humano que es prescindible y que sobra, pues los recursos son cada vez más escasos para su avaricia.

La caza de brujas, de los hombres y mujeres que aman el conocimiento y siguen aún fieles al juramento de Hipócrates y que no necesitan que todo sea validado por ensayos clínicos controlados, pues hay métodos de evaluación igualmente valiosos, como es el estudio de sus resultados y eficacia están siendo perseguidos y sus paciente confundidos.

El fuego de la hoguera ya humea, ridiculizando a los que aman la medicina natural, o confían en la homeopatía tildándola de azúcar, profiriendo falacias ad hominen en todo tipo de debates, “brujas, brujas con pata de conejo”, a la hoguera con vuestro amor por una medicina integrativa que aúne lo mejor de la convencional, que nadie en su sano juicio niega que lo tiene, y lo mejor de la tradicional o complementaria.

Una medicina que sitúe al ser humano en el centro de su propio proceso hacia la salud, que no se centre tan solo en el síntoma sino en la causa, que es multicausal, en la que los elementos intangibles que no se miden operan y que ese proceso se pueda acompañar de una información previa y una libre elección de un paciente que es adulto y no un niño en mano de los “Diostores” que recetan medicamentos como churros, creando resistencias bacterianas que comprometen nuestro futuro, o que contaminan nuestras aguas de ansiolíticos,  porque no se sabe recetar a un enfermo que camine, que ría, que resuelva sus conflictos emocionales, que integre una educación por el cuidado, por el curarse, no quedarse anestesiado por pastillas cada vez más letales que, por cierto, volvamos a incidir en ello benefician a uno de los amos del mundo de los que hablábamos al principio, que son los que las fabrican como negocio en laboratorios, lo que muestra pistas para pensar que sus grupos de presión estuvieran detrás de este maniobra de descalificar lo que pone en peligro sus arcas y el tipo de medicina que les beneficia.

Respirar aire limpio, darse un baño de bosque, sonreír más a menudo no se puede embotellar y vender, así que las medicinas que prescriben eso son el enemigo a batir, la bruja a quemar. Uno enferma por cómo vive, más allá de los medicamentos hay una medicina que debería estar en todas las universidades y hay una medicina hipertecnologizada, maquinal y química que debería de salir de nuestras vidas poniéndole la lupa del rigor científico, pues nos es impuesta como la única posible y que hace que los médicos no puedan ya ni mirarnos a los ojos mientras prescriben el fármaco de turno, cuando una de sus sonrisas quizá nos salvaba la vida por la confianza y esperanza que lo humano produce.

Los Torquemadas de este siglo se acarician las manos, la discriminación entre lo que realmente podría ser considerado falsas terapias no es lo importante, y eso nadie niega que no sea necesario, el intrusismo en salud hay que vigilarlo, y claro que hay muchos charlatanes oportunistas, pero la tutela o totalitarismo del Estado empieza a ser abusiva en muchos frentes, deciden qué es educación, qué es salud, con que nos podemos curar y con qué no.

Parece que lo único que impera en estos tiempos es el amor al poder que otorga el becerro de oro y no podemos quedarnos callados, sumisos ante la injusticia del Gran Hermano que quiere gobernarnos el alma.

Beatriz Calvo Villoria. Directora Ariadna TV

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Ecología del alma