Honorable Pedro Sánchez, presidente del gobierno de España

Me pongo de nuevo en contacto con usted para informarle del pulso social que, en relación al Covid 19 y al Nuevo Orden Mundial, se detecta en las redes sociales. De esta forma, pretendo contribuir a la creación de una Opinión Pública diversa que garantice nuestra salud psicológica, emocional y física. Estará usted de acuerdo con migo en que esta es la mejor garantía para que, colectivamente, elaboremos respuestas creativas que aporten soluciones a las necesidades y a los problemas que diariamente enfrentamos, pero también para que, entre todos, podamos crear una nueva civilización basada en el amor y la sabiduría, el servicio a los demás, la interdependencia y la auto responsabilidad.

Pedro-Sánchez

Señor presidente, una de las cuestiones que la gente de a pie se está preguntando en estos momentos de incertidumbre es la de si el Nuevo Orden Mundial, del que tanto se habla desde las tribunas públicas y desde el Parlamento de la Nación, es una conspiración. Es decir, si representa el anhelo de unas élites globales que están ejecutando un plan cuyo último objetivo es reducir drásticamente la población mundial. O, si por el contrario, es otra cosa. En una primera reflexión yo diría que, habida cuenta de la enorme diversidad de formas de vida y de conciencia que habita sobre la Tierra, la idea de crear un Orden Mundial que establezca consignas únicas para todos, a priori, resulta un tanto utópica. Si la realidad nos dice que somos muy diferentes los unos de los otros quizás sea más sensato educar para la autogestión en diferentes escalas y para el diálogo constructivo que podría, eso sí, elaborarse en torno a una idea de valor con la que todos estuviésemos de acuerdo y que facilitase que esa enorme diversidad que nos singulariza no solo como humanidad, sino también como planeta, sea garantizada y pueda convivir en armonía. Aunque también existe la posibilidad de que ese Orden Mundial del que ustedes hablan sea, en realidad, una pretensión distópica, es decir, que se nos quiera imponer por la fuerza. De ahí la sospecha de que las intenciones que lo promueven no sean benignas sino malévolas.

Señor presidente, si este Nuevo Orden Mundial fuera una distopía, la difícil y gran pregunta que nos hacemos muchos ciudadanos de a pie es la siguiente: ¿nuestros líderes políticos forman parte de esta conspiración? Dicho de otra forma: ¿nos están ustedes llevando por el camino de la alienación y la subyugación más atrevida, hasta el punto de convertirnos en esclavos de unas máquinas (que serían manejadas por esa élite global) y lo que es peor, son ustedes cómplices de un plan que pretende eliminar a más de 7.000 millones de personas en apenas unas décadas? El genial filósofo español José Luis López Aranguren dice que existen tres tipos de personas: las morales, que hacen el bien para ellas mismas y los demás de forma consciente, las inmorales, que hacen justamente lo contrario y, finalmente, las amorales que pueden hacer el bien o el mal de forma indistinta, pues o bien no disponen de toda la información que alimenta sus actos o no son plenamente conscientes de lo que hacen. 

Habida cuenta de la fascinación que ejerce el poder político sobre aquellos que lo practican (que nace de la sensación de invencibilidad que le procura al ego y que tan familiar es para el alma), es frecuente que las personas involucradas en su ejercicio se pierdan por los laberintos de la oscuridad, traicionen sus propios principios originales y se conviertan en seres corruptos. Pero también cabe la posibilidad de que la fascinación que acabo de mencionar nuble temporalmente el entendimiento y la persona, lejos de alinearse con la oscuridad extrema que se nutre del placer negativo y gusta de hacer daño a otros seres, simplemente se transforme en un ser amoral, es decir, alguien que imagina hacer el bien o el mal cuando en realidad está haciendo todo lo contrario. En este sentido, señor presidente, sabemos que las organizaciones que no son transparentes están compartimentalizadas de tal forma que las instrucciones que llegan a las bases o a las zonas intermedias ocultan las intenciones originales de aquellos que se sitúan en la cúspide de la pirámide, por lo que sus ejecutantes pueden fácilmente caer en la trampa de la amoralidad. De ahí que los ciudadanos de a pie deseemos pensar que si el Nuevo Orden Mundial fuera una distopía, la clase política no estaría formando parte de la misma, de forma intencionada y plenamente consciente. 

En cualquier caso, nos gustaría que ustedes, cuando se refieren al Nuevo Orden Mundial, en lugar de hablar de generalidades como, por ejemplo, que tiene la misión de resolver los graves problemas que afectan a la humanidad, nos lo definan con claridad. Pues, al margen de que existan unas élites globales que desde el inicio de los tiempos han intentado gobernar el mundo (esto de nuevo tiene poco), que medio mundo (EEUU, Canadá, Brasil, Polonia, Serbia, Nigeria, España), esté ya en la calle (o desde sus balcones) protestando por este confinamiento que es percibido como un pretexto para implantar una dictadura encubierta (en lugar de orden habría que hablar de caos) y que países tan importantes como Estados Unidos o Brasil se hayan retirado de la Organización Mundial de la Salud y no sigan sus directrices (el pretendido orden ya no es mundial sino parcial), seguimos sin saber en qué consiste, quién lo compone y, sobre todo, que valor jurídico tiene. Señor Presidente del Gobierno, cuando los ciudadanos nos enteramos de que el Parlamento Europeo dicta una orden la acatamos pues, nos guste o no, existen unas reglas de juego democráticas. Como usted sabe, los ciudadanos elegimos a una serie de diputados europeos por sufragio universal, directo y secreto, cada cinco años. Es posible que este no sea el sistema perfecto pero por lo menos tiene unas reglas de juego que son conocidas por todos. Sin embargo, el Nuevo Orden Mundial: ¿qué legitimidad democrática tiene? 

Volviendo al tema de si es una utopía con pocas probabilidades de éxito o una distopia alienante que ha comenzado a quitarse las máscaras que lo mantenían oculto (o quizá es que se les están cayendo solas), resulta singular que ciertas personas de renombre mundial lo estén ya tachando de conspiración y que lo hagan abiertamente. El coronel de la inteligencia militar rusa y doctor en ciencia militar Vladimir Kvachkov, por ejemplo, dice lo siguiente: “El fenómeno del coronavirus, que se ha clasificado falsamente como una pandemia, necesita ser examinado desde la perspectiva de los poderes globales religiosos, políticos y financieros y ha de ser considerado como una operación estratégica global. El objetivo de estos poderes ocultos es reducir la población mundial, es su idea fija. Para ellos deben haber cien millones de los suyos mandando y un máximo de mil millones sirviéndoles como esclavos”. 

Por su parte, el Vaticano ha emitido un comunicado firmado por cardenales y obispos en el que se dice lo siguiente: «No permitamos que con la excusa de un virus se borren siglos de civilización cristiana para instaurar una odiosa tiranía tecnológica en la que personas sin nombre y sin rostro decidan la suerte del mundo confinándonos a una realidad virtual. Téngase en cuenta la flagrante contradicción que se observa entre quienes persiguen políticas de reducción drástica de la población y al mismo tiempo se presentan como salvadores de la humanidad, sin tener la menor legitimación política ni social”. 

En la esfera política, la diputada italiana Saria Cunial dice lo siguiente: “Al grito de “divide y vencerás” nos quitáis la libertad. A pagar son sobre todo nuestros hijos, almas violentadas de acuerdo con quien supuestamente debería garantizar sus derechos. Dicen ustedes que será permitida la vuelta al colegio solo con pulseras para acostumbrarnos a la libertad bajo vigilancia. A los tratamientos sanitarios obligatorios, esclavistas y a los campos de concentración virtuales. Y todo ello a cambio de un patinete y una tablet. Todo esto para satisfacer los apetitos de un capitalismo financiero cuyo motor es el conflicto de intereses y que está representado por la OMS cuyo primer financiador es el conocido filántropo Bill Gates que ya desde hace años se dedica a diseñar un plan de despoblamiento mundial y que no tiene reparos en declarar públicamente que con las nuevas vacunas podremos reducir la población mundial en un 15% y que solo un genocidio puede salvar el mundo”. 

Finalmente, mencionaré al prestigioso doctor estadounidense Rashid Buttar, graduado en la universidad de Washington y especialista en toxicología clínica de metales, inmunodeficiencia y medicina preventiva y director del Centro de Medicina Avanzada en California y Carolina del Norte, quién afirma lo siguiente: “¿Y cuál es el plan de estas élites? Promover la vacuna obligatoria. El pueblo americano y todos los ciudadanos del mundo se tienen que dar cuenta de que esta pandemia del coronavirus es, en realidad, una tapadera. Hay un plan de despoblación. Las élites del poder global han citado a Bill Gates con la siguiente instrucción: Despoblación por vacunación”. 

Señor presidente, cuando algo tan serio como la existencia de una conspiración que pretende diezmar a la población mundial lo dicen personas comunes y corrientes puedo comprender que se las tache de instigadoras, fantasiosas o de acérrimos lectores de literatura de ciencia ficción distópica. Sin embargo, cuando esta idea es transmitida por personas de prestigio, que ocupan cargos en las esferas del poder o que tienen acceso a información privilegiada, la cosa cambia. Porque, a no ser que tengan evidencias de que esta conspiración es cierta, ¿qué sentido tiene que lo digan abiertamente?, ¿por qué exponerse de esta forma ante la opinión pública? En cualquier caso, negar que exista una conspiración es difícil si observamos, por ejemplo, que en un canal como YOU TUBE ya se han censurado nada menos que 40.000 videos que expresan opiniones diferentes a las oficiales. 

La idea de que alguien desee exterminar a 7.000 millones de personas es tan descabellada que resulta difícil de creer. No obstante, si empiezan a salir a la luz pública evidencias que nos invitan a pensar que existe la posibilidad de que sea una realidad, lo lógico es que usted, su gobierno y todo el espectro político reclame y realice una investigación en profundidad que lo desmienta o, en su defecto, lo confirme. Lo que desde luego no podemos hacer, señor presidente, es seguir viviendo con la incertidumbre de que unas élites globales, por muy poderosas que sean, estén maquinado un plan tan descabellado. 

A la hora de buscar señales que faciliten el encuentro con la verdad el primer lugar al que deberíamos mirar es a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que es la institución supranacional que forma parte de este Nuevo Orden Mundial y que se presenta ante la opinión pública como la responsable de dirigir esta crisis sanitaria. Lo cierto es que esta organización está siendo cuestionada de forma muy seria, no solo porque Estados Unidos (su principal financiador) se haya retirado y ya no siga sus dictámenes, sino porque se ha convertido en una institución privada, financiada por Bill Gates (su principal benefactor) y por las corporaciones farmacéuticas. ¿Qué credibilidad le podemos dar los ciudadanos y los gobiernos a una institución privada (por cierto, fundada por Rockefeller y apoyada por el Partido Comunista Chino) que, como es lógico, vela por sus intereses? ¿Tenemos que creernos a pies juntillas que este señor es un filántropo verdadero y que sus intenciones son benignas o, habida cuenta de las repercusiones que acarrean sus decisiones, tenemos la responsabilidad de cuestionarle y exigirle total transparencia? ¿Tiene sentido que su gobierno done dinero público, en concreto doscientos millones de euros, a las fundaciones de Bill Gates sin pedirle cuentas de su gestión? 

Lo cierto es que este señor no es médico, ni científico, ni sanitario y sin embargo, proyecta la imagen de “salvador de la humanidad” mediante la puesta en marcha de un plan de vacunación masivo, a nivel mundial. Al margen de que intentar salvar a otros de su desdicha sea una pretensión más propia de perpetradores que de gente honrada, resulta curioso que este señor lleve años insistiendo en la idea de que el mundo iba a sufrir esta pandemia. ¿Será una coincidencia que en la presentación de los Juegos Olímpicos de Londres del año 2012 se escenografió una pandemia del coronavirus con todo lujo de detalles? Pero Bill Gates se atreve a decir también que vamos a tener nuevos rebrotes del virus y que la situación que estamos viviendo no se va a normalizar hasta el año 2022. En este sentido, la pregunta es obvia: ¿existen datos científicos que respalden estas afirmaciones o son meras conjeturas propagandistas? 

Señor Presidente, a la gente le gustaría pensar que Bill Gates es un tipo estupendo, bondadoso y compasivo y que solo pretende que todos los seres humanos seamos felices. Sin embargo, la realidad es bien diferente. En estos momentos es seguramente una de las personas más odiadas del mundo. Si desea comprobarlo eche un vistazo a las redes sociales o entre en su cuenta de Instagram y rastree las respuestas que le dan sus “seguidores”, la gran mayoría son negativas. Por otra parte y de acuerdo con las declaraciones del doctor estadounidense Dietrich Klinghardt, que lo conoce muy bien pues vivió durante años a cien metros de su casa, Bill Gates no vacuna a sus hijos. Si fuera cierto este señor carecería obviamente de credibilidad, por consiguiente habría que investigarlo y pedirle pruebas fehacientes de que las vacunas que promueve con tanto entusiasmo las está utilizando él y toda su familia. 

El abogado norteamericano Robert Francis Kennedy (sobrino del presidente John F. Kennedy) afirma que entre los años 2000 y 2017, en la India, su programa de vacunación contra la polio dejo paralizados a 496.000 niños; que en el año 2014 inyectó sus vacunas a 23.000 niñas en la India, de las cuales 1.200 tuvieron serios problemas de fertilidad e inmunodeficiencia y siete de ellas murieron; y que en el año 2010 vacunó a 5.049 niños en África, matando a 151 y creando problemas de salud muy serios (parálisis, convulsiones) a 1048 de ellos. Esto son algunos ejemplos del reguero de muerte que, al parecer, Bill Gates va dejando por países del tercer mundo con sus experimentos de vacunación. Lo cierto es que la OMS, la Fundación Gates y dos organizaciones financiadas por ellos, PATH (Programa para una Tecnología Apropiada en Salud) y la Alianza GAVI (Alianza Global para Vacunas e Inmunización) fueron denunciadas por Kalpana Mehta, Nalini Bhanot y Dr. Rukmini Rao en 2012 y su recurso ha sido aceptado por el Tribunal Supremo de la India. Por otra parte, hace unos días el gobierno de Nigeria ha acusado a Bill Gates de intentar sobornar a sus funcionarios con 10 millones de dólares para que se apruebe un programa de vacunación obligatorio. 

Señor presidente del gobierno, pensar que todo lo que acabo de decir es falso y que las personas que se hacen eco de estas informaciones tan solo buscan desprestigiar a Bill Gates es legítimo e incluso saludable pero, habida cuenta de que es el principal financiador de la OMS, convendría tomar precauciones y realizar una investigación que lo confirmara. ¿No le parece sensato que antes de sugerir pública y reiteradamente que la única estrategia para terminar con esta crisis sanitaria es la vacuna, habría que indagar a fondo las actividades de estas organizaciones, contrastar los resultados que han obtenido en sus campañas de vacunación e investigar alternativas para poder tomar una decisión fundamentada en criterios científicos de carácter multidisciplinar? 

Existe una corriente de opinión (que crece día tras día) y que dice que las vacunas que se han venido comercializando desde los años 70 del siglo XX son, en realidad, armas biológicas y que su único objetivos es debilitar la salud de las personas que se las inyectan para facilitar así la despoblación humana del planeta. La doctora Judy Mikovits es un buen exponente de esta corriente de opinión pues es experta en virología y trabajó durante muchos años con el doctor Anthony Fauci (el epidemiólogo más famoso de Estados Unidos) que, en estos momentos, se encuentra bajo el punto de mira de la justicia norteamericana. 

Judy Mikovits, es una de las científicas más exitosas de su generación. En 1991 revolucionó el tratamiento del SIDA/VIH y en el apogeo de su carrera publicó un artículo muy importante en la revista Science, que revolucionó a la comunidad científica. La doctora afirmaba que en la elaboración de vacunas es frecuente utilizar tejidos fetales de humanos y animales (así como otros compuestos entre los que se incluyen virus de lo más variado) y que tal práctica está ocasionando una plaga devastadora de enfermedades crónicas. Después de su descubrimiento, fue perseguida y silenciada pero, a raíz de la crisis mundial que estamos viviendo, ha vuelto a la palestra para declarar que el doctor Tony Fauci, es directamente responsable de la muerte de millones de personas con sus programas de vacunación desde 1984. También ha dicho (y en esto es respaldada nada menos que por el profesor Luc Montagnier, premio nobel de medicina por descubrir el virus del SIDA/VIH) que el Covid 19 ha sido manipulado genéticamente, es decir, que es un arma biológica. Si esta persona no fuese importante y no despertase el interés de la opinión pública mis palabras no tendrían mucha relevancia.

Sin embargo, su libro “Plague of Corruption” es, en estos momentos, un éxito de ventas. A lo mejor es una coincidencia pero el señor Tony Faucy que, en palabras de Robert Francis Kennedy, ganaría millones de dólares con las vacunas que promueve Bill Gates, tiene ya dos causas abiertas en Estados Unidos, la primera por haber subvencionado las investigaciones chinas para crear el Covid 19 y, la segunda, por su relación con la OMS y con China. Quizás por esta razón y por la fuerte presión que está recibiendo la OMS por parte de la opinión pública y de la propia administración Trump, el doctor Fauci está comenzando a decir que “no hay ninguna garantia de que las vacunas sean efectivas contra el Covid 19”. Por otra parte, la doctora Debora Birx (la segunda de a bordo de Anthony Fauci) ha comenzado también a afirmar que el Centro de Detección de Enfermedades les ha estado enviando informacion falsa y, por lo tanto, que la pandemia (si es que existe tal cosa) se ha sobredimensionado (por lo menos en un 25%) y que el Covid 19 no es tan peligroso como se está diciendo en los medios de comunicación de masas. ¿Puede ser, señor presidente, que el Nuevo Orden Mundial esté cambiando de manos y que la versión distópica que nos imagina a todos como esclavos de las máquinas, se esté desmoronado a pasos agigantados? 

Seguramente usted ya sabe que la ONU también está poniendo en cuestión la efectividad de las vacunas y que periódicos como el Mundo (en España) alertan sobre el peligro de las “Vacunas Express”, citando el ejemplo de un hombre que después de vacunarse contra la gripe A sufrió una narcolepsia que le ha destruido literalmente la vida. Señor Presidente, el normal desarrollo de una vacuna tarda entre dos y cuatro años. Sin embargo, están ustedes anunciando que para noviembre del 2020 ya vamos a tener una y además que va a ser la solución (la “victoria” la llama usted) definitiva a esta pandemia. En otras palabras, la que a juicio de su gobierno es una pandemia gravísima, pretende solucionarse con una vacuna exprés, fabricada a toda prisa, es decir, en apenas en seis meses. 

No es extraño entonces que muchas personas se alarmen con algunas noticias que leen en los medios de comunicación y que se pregunten cosas como la siguiente: ¿el gobierno, asesorado por su comité de bioética, osará quitar temporalmente la patria potestad a los padres, para obligar a vacunar a sus hijos, con una vacuna hecha a toda prisa y que además, no solo no ofrece ninguna garantía, sino que puede enfermar a estos gravemente o incluso ocasionarles la muerte? Como usted sabe, las imprudencia se pueden llegar a pagar muy caras. ¿Cree usted que, con toda esta información que está circulando por las redes sociales como si fuera un tsunami, el dolor de unos padres, que se sientan traicionados al ver a sus hijos enfermar o morir, se va a poder mitigar con un simple prospecto en el que ya se advertía que la vacuna tenía efectos secundarios? 

Señor presidente, Judy Mikovits no se declara contraria a las vacunas pues las considera una inmunoterapia efectiva pero si está en contra de las políticas eugenésicas que pretenden eliminar selectivamente a la población mundial que, a juicio de sus partidarios, “sobra”. En todo caso, me gustaría hacerle una pregunta: ¿tiene alguna lógica que Bill Gates se declare partidario de la eugenesia y, al mismo tiempo, se presente como el “salvador” de la humanidad? Es obvio que no, pues es una contradicción en términos, es decir, una paradoja. La razón no puede comprender las contradicciones lógicas de modo que, si estas se establecen en el imaginario colectivo a través de la propaganda, lo que obtenemos es una patología social. Si la sociedad se enferma psicológicamente es muy fácil que, sin saberlo, se entregue a sus captores. Entonces puede ser dirigida hacia lugares oscuros con su consentimiento, por ejemplo, su propio exterminio. Es una estrategia parecida a la que sigue el gobierno Chino, que dicta normas ambiguas de comportamiento social y que vigila celosamente su cumplimiento mediante millones de cámaras para que todo el mundo esté asustado y alerta, pues nadie conoce las reglas del juego. Sea como fuere: ¿cree usted, señor presidente, que alguien en su sano juicio anunciaría públicamente y sin reparo que el plan de vacunación mundial que pretende implantar para salvarnos a todos, matará sin remedio a más de 1.500 millones de personas? 

Por otro lado, ¿qué sentido tiene que este señor haya patentado una tecnología que se introduce en nuestro cuerpo con el pretexto de controlar si estamos o no vacunados? ¿Acaso somos ganado, perros de compañía o mercancías? Señor Presidente del Gobierno, ¿usted permitiría que alguien le introdujera un “chip de seguimiento” conectado a un servidor externo, en lo más sagrado (y por ello inviolable) que tiene el ser humano, que es su cuerpo?, ¿son ustedes conscientes del juego tan peligroso al que están jugando? Pero el plan no se reduce solo a eso. A la pretensión de profanar nuestro organismo le tenemos que añadir una segunda patente, en la que el señor Gates se reserva el derecho de usar nuestro cuerpo para emitir criptomonedas. ¿Realmente el “chip de seguimiento” al que muchos ya se refieren como la “marca de la bestia” que menciona la Biblia pues está relaciona con Satanás, busca solo protegernos de la falsa idea de que alguien que no se ha vacunado es peligroso para los que sí lo han hecho o pretende algo más? ¿Esta crisis es solo la punta de un iceberg que esconde más sorpresas? ¿Se está utilizando esta pandemia como pretexto para introducir en nuestro cuerpo un mecanismo de control que nos conduzca a la alienación más absoluta (sino a la muerte) y, finalmente, a la pérdida del alma?, ¿Está relacionado el Covid 19 con la tecnología 5G, que según el ex vicepresidente de Microsoft en Canadá Fran Clegg es un arma de guerra que puede causar estragos en la salud de las personas y cuyo despliegue en España no ha seguido la normativa de impacto ambiental?, ¿Es esto lo que pretende el Nuevo Orden mundial del que ustedes hablan desde las tribunas públicas y el Parlamento de la Nación?, ¿o quizás estamos todos equivocados y es otra cosa? Sinceramente, nos gustaría mucho que nos lo aclarasen. 

Verá señor presidente, los ciudadanos no comprenden que ante una crisis sanitaria como la que estamos viviendo el gobierno no realice autopsias. El doctor José Cabrera Forneiro, médico forense y diplomado en salud pública se pregunta lo siguiente: ¿por qué motivo, después de todos estos muertos, no se ha realizado ninguna autopsia clínica que pueda ayudarnos a saber las razones de carácter fisiopatológico, por las que el virus mata y cómo lo hace? De acuerdo con sus declaraciones, los hallazgos derivados de las autopsias servirían para establecer estrategias terapéuticas que ayudarían a las personas que aún están luchando contra la enfermedad. Por un lado, ustedes dice públicamente que están seguro de que habrá nuevos brotes del virus (y por ello, que tenemos que tomar precauciones) pero, por otro, se destruyen las pruebas que permitirían aclarar la dimensión real de esta crisis y encontrar las soluciones para afrontar futuros brotes con garantías de éxito. Es muy contradictorio ¿no le parece? 

Las personas tampoco comprenden que a los médicos se les esté presionando para que asignen al Covid 19 todas las patologías y muertes que se producen, de enfermos a su cuidado. Esto está sucediendo en todo el mundo y existen muchos testimonios (algunos realmente desgarradores) de médicos y enfermeras que lo confirman. ¿Sabía usted que la FDA (la Agencia de medicación y alimentos americana) ordenó computar los muertos por neumonía y gripe en la categoría de “muertos por el Covid 19”?, ¿qué han salido a la luz documentos de su gobierno que indican que establecían que cualquier patología debía asignarse al coronavirus o que las estadísticas recabadas en Nueva York revelan que el 60% de los muertos por cáncer, accidentes, infartos, alzheimer, gripe e incluso homicidios han sido atribuidos al Covid-19? 

Todo parece indicar que se está intentando sobredimensionar la magnitud real de esta enfermedad y que se están llevando las cosas hasta límites insospechados. Tanto es así, que en Nueva York, una doctora se ha suicidado después de que la obligaran a hiperventilar a sus pacientes, causándoles la muerte. Si el fin es el de hacer que esta crisis sea más grande ¿cualquier medio es legítimo? Seguramente ya sabrá usted que Giuseppe Remuzzi, uno de los mejores virólogos del mundo (director del Instituto Mario Negri de Milán), acaba de afirmar que el Covid 19 está prácticamente desaparecido y que los enfermos que ingresan en los hospitales ya no van a la unidad de cuidados intensivos pues los síntomas son leves. Por otra parte, un grupo de científicos surcoreanos ha demostrado que el Covid 19 no puede volver a re infectarse al mismo ser humano. No se trata de restar importancia a este virus, sino de situarlo en su justa dimensión. En cualquier caso, si el Nuevo Orden Mundial resultase ser una distopía ¿qué van a hacer las élites globales cuando se les acaben los muertos?, ¿propagar otro virus de forma intencionada? 

Le recuerdo señor presidente que el ex asesor de Donal Trump, Steve Bannon, ha anunciado ya la creación de un Tribunal Internacional para juzgar al Partido Comunista Chino y a todos aquellos que estén implicados por haber creado el Covid 19, por crímenes contra la humanidad. Me imagino que si algo así se anuncia públicamente será porque hay pruebas. En todo caso, la periodista china Liwei Fu no duda en afirmar que el virus lo ha creado el Gobierno Chino, que por cierto, en estos meses de crisis, ha dado de baja a 21 millones de teléfonos móviles ¿qué les ha sucedido a sus usuarios? Liwei Fu nos dice que en Occidente somos muy ingenuos en relación a lo que realmente es este régimen. ¿Sabía usted que en China hay campos de concentración en los que miles de personas cuyo estilo de vida no responde a los dictados del gobierno, son confinadas durante años y sometidas a programas de reeducación? 

En cualquier caso, las personas se están preguntando si la razón de esta sin razón, no es otra que la de meter miedo a la población, para hacernos creer que vivimos bajo la amenaza de un virus permanente y justificar así la prolongación de un estado de alarma indefinido que sirva como pretexto para incrementar los mecanismos de control social (cámaras, robots o drones de vigilancia, distancia obligatoria de separación, pulseras, geolocalización, mascarillas, guantes…) y establecer una dictadura encubierta que recordémoslo tiene un objetivo fijo: despoblar a la población mundial. 

En países como Italia algunos diputados están diciendo ya públicamente que el coronavirus es una gran estafa llena de mentiras. En España el periodista Rafael Palacios lleva meses advirtiéndonos de que esta pandemia es una tapadera al servicio de los poderes globalistas y la fiscal de la Sala del Tribunal Supremo Consuelo Madrigal, ha denunciado abiertamente que el confinamiento es un ejercicio antidemocrático de poder y ya hay varios tribunales de justicia (Aragón en España, Sarre en Alemania…) que lo han declarado ilegal. Además, la Unión Federal de la Policía en España, en palabras de su portavoz Serafín Giraldo, está pidiendo ayuda a los tribunales de justicia para que pongan freno a un estado de alarma que se está convirtiendo en otro de excepción y que es, a todas luces, ilegal. 

Son cientos los médicos y científicos que no paran de decir en las redes que esto no es una pandemia, sino una epidemia más y que, como tal, hay que tratarla como se viene haciendo con otras de similares características. El doctor estadounidense Jeff Barke, en representación de miles de médicos que han sido silenciados en Estados Unidos, el científico Michael Levitt, premio nobel de química o el doctor Wittkowski (uno de los epidemiólogos más importantes del mundo, Jefe del Departamento de Bioestadística y Epidemiología de la Universidad Rockefeller, por más de 20 años) y muchos otros, afirman que si bien el virus el peligroso, la única solución a esta epidemia (como a cualquier otra) consiste en crear la “inmunidad de rebaño”, es decir, en proteger a la población de riesgo y terminar con un confinamiento que está causando más problemas de salud (suicidios, maltrato infantil, drogas, alcoholismo) que beneficios. Algo que también ha reconocido en un informe interno el gobierno alemán. Curiosamente la portavoz de la OMS, Margaret Harris ha manifestado estos días a un periódico australiano (el Sídney Morning Gerald) que la organización para la que trabaja nunca recomendó el confinamiento y su director, Tedros Adhanom, admite que no sabían que el confinamiento podía afectar a la economía, pide perdón públicamente y aconseja salir a la calle a gastar y a consumir. 

Las estadísticas oficiales reflejan que esto no es una pandemia. En España el 87% de los fallecidos tenían más de 70 años y el 95%, al menos, una patología previa. Por otra parte, la tasa de mortalidad es de 580 personas por cada millón de habitantes (un 0,05%) y la tasa de supervivencia a la enfermedad supera el 99,9 %. En opinión de miles de científicos y médicos y de acuerdo con las estadísticas, esta enfermedad no es más peligrosa que una gripe severa y pretender combatirla con guantes, mascarillas y desinfectante, no solo es inútil sino que genera el efecto contrario al deseado. Por otro lado, la doctora Natalia Prego y varios médicos y científicos de todo el mundo desaconsejan la fumigación (mucho menos la área) pues no sirve para matar el virus y, además de afectar negativamente al medio ambiente, irrita las mucosas y nos hace más sensibles a la hora de contraer infecciones respiratorias.

Ya para terminar, quiero mencionarle otra de las cuestiones que circulan a gran velocidad por las redes sociales: ¿Por qué no se están utilizando alternativas terapéuticas como el dióxido de cloro, la homeopatía, la ozonoterapia, la artemisa, la hidroxiclorina…? Si dispusiéramos de una vacuna efectiva (cosa que, si llega a suceder, no será hasta dentro de dos años como mínimo) podríamos entender que centraran su estrategia en la vacunación pero, habida cuenta del largo camino que nos queda por recorrer, ¿por qué no se intentan otras soluciones que, dicho sea de paso, están dando resultados muy positivos? En el caso del dióxido de cloro, por ejemplo, es evidente que es una solución válida para tratar el Covid 19. Andreas Kalcker acaba de desvelar que ya se están haciendo ensayos clínicos en muchos hospitales civiles y militares de varios países en todo el mundo, con resultados muy favorables. Además, son cientos los testimonios de personas (policías, bomberos, médicos, enfermeros…) que lo están usando como preventivo y también para sanar a la gente enferma. Por otra parte, los presidentes de ocho países africanos ya se han puesto de acuerdo para apoyar la distribución de la planta artemisa (dado que es un remedio muy eficaz para combatir el coronavirus y otras enfermedades) y según informa el diario el economista.es la propia OMS está considerando la posibilidad de utilizarla, así como otros remedios naturales.

¿Puede ser, señor presidente, que el Nuevo Orden Mundial esté cambiando de manos y que las políticas eugenésicas que parecen presidirlo estén siendo sustituidas por otras más cercanas a nuestra verdadera naturaleza humana? 

Sea como fuere, la clase política española debe definirse y aclararnos a todos los españoles en que consiste realmente el Nuevo Orden Mundial que promueve. Ustedes nos tienen que dar todas las garantías de que este movimiento no es perjudicial para las personas y eso significa iniciar investigaciones independientes que aclaren las aguas que ahora mismo tan turbias se presentan. Huelga decir que si este Nuevo Orden Mundial fuese una utopía alienante con el objetivo de controlar y asesinar a miles de millones de personas y ustedes estuvieran participando de forma consciente en ella, estarían siendo cómplice de la dictadura y del genocidio más monstruoso que jamás se haya perpetrado sobre la Tierra. Y eso, señorías, me imagino que tendría alguna consecuencia. 

Señor presidente, miembros del gobierno y del arco parlamentario, espero que estas palabras de corazón les ayuden a reflexionar y les permitan tomar decisiones que nos conduzcan a todos por el camino del respeto a la mayor diversidad posible de formas de vida y de conciencia, y a la convivencia armónica, pacífica y alegre, entre todas ellas. 

Con todos mis respetos, le saluda atentamente

Javier Revuelta Blanco

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