Amor

«El amor ordinario va con el odio. Amo esto, odio aquello. Hoy te amo, la semana que viene, o la hora siguiente, o el minuto siguiente, te odio…» «Aquel que realmente ama puede ‘ser’. Aquel que puede ser, puede ‘hacer’. Aquel que puede hacer, ‘es’. Para saber del amor real hay que olvidar todo lo que hemos erradamente aprendido sobre el amor y buscar una dirección. Tal como somos no podemos amar.»

(G.I. Gurdjieff).

Gurdjieff

En términos generales, podemos decir que existen dos clases de amor funda-mentales; uno el amor de un esclavo, el otro que debe ser adquirido por medio de trabajo. El primero no tiene valor alguno; sólo el segundo tiene valor, esto es; el amor adquirido a través de una labor interna. Este es el amor del cual hablan todas las religiones.

Si ustedes aman cuando «ello» ama no depende de ustedes y por lo tanto no tiene mérito. Es lo que llamamos el amor de un esclavo. Ustedes aman cuando no deberían amar. Las circunstancias les hacen amar mecánicamente. El amor verdadero es el «amor cristiano», el amor religioso; con este amor nadie nace. Para este amor hay que trabajar. Algunos lo conocen desde la infancia, otros solamente en la vejez. Si alguien tiene amor verdadero, es porque lo adquirió durante su vida. Pero es muy difícil aprenderlo, y es imposible empezar a aprenderlo directamente en la gente. Todo hombre toca a otro en carne viva, nos hace apretar los frenos, y nos da muy poca oportunidad de tratar.
El amor puede ser de diferentes clases. Para comprender de qué clase de amor vamos a hablar, es necesario definirlo. Ahora estamos hablando del amor por la vida. En todo lugar donde hay vida, comenzando por las plantas (porque ellas también tienen vida), los animales, —en una palabra dondequiera que haya vida— hay amor. «Cada vida es un representante de Dios». Cualquiera que pueda ver al representante verá a aquél que es representado. Cada vida es sensible al amor. Aun las cosas «sin alma» como las flores, que no tienen conciencia, comprenden si uno las ama o no. Aun, la vida inconsciente reacciona a cada hombre de una manera correspondiente y le responde de acuerdo a la manera en que él reacciona. «Como siembran, así cosecharán…» Y no sólo en el sentido de que si siembran trigo tendrán entonces trigo. Es cuestión de cómo siembran. Literalmente pue-de convertirse en paja. En la misma tierra, distintas personas pueden sembrar las mismas semillas y los resultados serán diferentes. Pero estas sólo son semillas. El hombre ciertamente es más sensible que una semilla a lo que es sembrado en él. Los animales son también muy sensibles, aunque menos que el hombre.

Aquel que quiera aprender a «amar a su prójimo», debe empezar por tratar de amar a las plantas y a los animales. Quien no ama la vida, no ama a Dios. Comenzar de inmediato a tratar de amar a un hombre es imposible, porque el otro es como ustedes, y devolverá golpe por golpe; en tanto que un animal es mudo y se resignará tristemente. Por eso es más fácil empezar a «practicar» en animales. Para el hombre que trabaja sobre sí mismo es muy importante llegar a comprender que sólo puede haber cambio en él, si él cambia su «actitud» hacia el mundo exterior. En general ustedes no saben lo que se debe amar y lo que no se debe amar, porque todo eso es relativo. En el caso de ustedes, una y la misma cosa es amada y no amada; pero hay cosas objetivas que debemos amar o debemos no amar. Por eso es más productivo y práctico que se olviden de lo que llaman «bueno» o «malo», y comiencen a actuar sólo cuando hayan aprendido a escoger por sí mismos. Ahora si quieren trabajar sobre sí mismos, tienen también que elaborar en sí diferentes clases de actitudes.
Excepto en el caso de cosas grandes y más definidas que innegablemente son «malas», tienen que ejercitarse de esta manera: si les gusta una rosa, traten de que les disguste… si les disgusta traten de que les guste. Lo mejor es comenzar con el «mundo de las plantas»; traten de mirarlas de una manera en que no las han mirado antes. Cada hombre es atraído hacia ciertas plantas, y no hacia otras. Quizás esto no lo hemos notado hasta ahora. Primero tienen que mirar una, luego poner otra en el lugar de ella y después prestar atención y tratar de comprender por qué hay «atracción o aversión». Estoy seguro de que todos sienten algo o perciben algo. Este es un proceso que tiene lugar en el «subconsciente», y la mente no lo ve; pero si comienzan a observar conscientemente, verán muchas cosas, descubrirán muchas Américas. Las plantas, como el hombre, tienen relaciones entre ellas y también existen relaciones entre plantas y hombres, pero cambian de tiempo en tiempo. Todas las cosas vivientes están atadas las unas a las otras. Esto incluye todo lo que vive. Todas las cosas dependen unas de otras. Las plantas actúan sobre los estados de ánimo de un hombre y el estado de ánimo de un hombre actúa sobre el de una planta. Mientras vivamos haremos experimentos. Hasta flores vivientes en una maceta vivirán o morirán según el estado de ánimo.

Muchas personas dicen que su enseñanza no comporta «moral alguna», y en general todos dicen que a su enseñanza le falta «amor».

Por un lado a la gente le gusta mucho hablar de «moral». Pero la moral es una simple autosugestión. Lo que es necesario para el hombre en general es la «conciencia». Nosotros no enseñamos moral. Enseñamos cómo se pue-de descubrir la conciencia. Por esto, la gente no se pone contenta cuando decimos esto. Dicen que no tenemos «amor». Simplemente porque no alentamos la debilidad y la hipocresía sino por el contrario arrancamos todas las máscaras. Aquél que desea la verdad no hablará de «amor» o «Cristianismo» porque sabe cuán lejos está de esto. La doctrina cristiana es para los Cristianos. Y los Cristianos son aquellos que viven de acuerdo con Cristo, es decir que hacen todo según sus preceptos. ¿Pueden vivir en conformidad con los preceptos de Cristo, aquellos que hablan de amor y de moral? Naturalmente, no lo pueden hacer; pero siempre habrá habladurías de este tipo y siempre habrá gente para quien las palabras pesarán más que las cosas. Sin embargo hay una señal que nunca falla: quienes hablan de tal manera son hombres vacíos y no vale la pena per-der el tiempo con ellos.

Pero, entonces, ¿Puede usted decirnos qué lugar tiene el amor en su sistema?

Gurdjieff: El amor ordinario va con el odio. Amo esto, odio aquello. Hoy te amo, la semana que viene, o la hora siguiente, o el minuto siguiente, te odio… Aquel que realmente ama, puede ser. Aquel que puede ser, puede hacer. Aquel que puede hacer, «es». Para saber del amor real hay que olvidar todo sobre el amor y buscar una dirección. Tal como somos no podemos amar. Amamos porque algo dentro de nosotros mismos se combina con las «emanaciones» de otro. Con esto empiezan las asociaciones agradables, quizás por emanaciones químico-físicas del centro instintivo, emocional o intelectual. También puede ser por influencias del aspecto exterior o por sentimientos; yo te amo porque tú me amas a mí o porque no me amas; por sugerencias de otras personas, por un sentido de superioridad, por piedad y por muchas otras razones, subjetivas y egoístas, debido a que somos débiles y nos dejamos influenciar.

Proyectamos nuestros sentimientos en otras personas. La ira engendra ira. Recibimos lo que damos. Todo atrae o repele. Hay el amor del sexo que ordinariamente se conoce como ‘amor entre hombres y mujeres’; cuando esto desaparece, un hombre y una mujer ya no se aman. Hay amor del sentimiento, que evoca lo opuesto y hace sufrir a la gente. Pero hay un amor consciente, un amor verdadero, por el cual es necesario trabajar. Trate de comprender esto que le he dicho y de relacionarlo con su propio trabajo.

En respuesta a otra pregunta, el señor Gurdjieff dijo:

Toda vida necesita amor. Las vacas dan más leche, las gallinas más huevos, cuando sus dueños las aman. Diferentes personas al sembrar, obtienen diferentes resultados. Un hombre fuerte puede marchitar las plantas con odio, e incluso destruir a otras personas. Empieza amando a las plantas y a los animales y entonces quizás aprenderás a amar a la gente.

Si, pero, ¿qué es el amor

Hablamos del amor todo el tiempo, pero cuando me lo pregunto a mí mismo sé que no sé. Quizás, el desearle suerte a una persona, el desearle el bien, eso sea amarla. Pero ¿cómo puedo saber yo lo que es bueno para otras personas? Incluso para mis propios hijos, algunas veces cuando he luchado por algo que yo había pensado que era para su bien, ha resultado no ser bueno».

Cuando sabes que no sabes, eso ya es mucho. Ven a los grupos y más tarde hablaremos sobre esto

Fragmentos de «Perspectivas desde el mundo real», charlas y conversaciones de los grupos de Gurdjieff; y de «Diario de un alumno» por C.S. Nott.