A pesar de lo mucho que se ha dicho y escrito acerca de esta palabra, de tan tremendo significado, y acerca de su errada interpretación, y a pesar de que muchos estudiosos y eruditos han insistido una y otra vez en que el término arrepentimiento no es su traducción verdadera y exacta, todas las traducciones ordinarias del Nuevo Testamento aun llevan la palabra arrepentimiento, implicando con ello que lo que se enseña es un supuesto cambio moral y no mental. En este punto nos será de provecho volver a las palabras que Jesús dice a sus discípulos respecto de los galileos muertos por Pilatos y los dieciocho que perecieron en el accidente de Siloe. Volvamos a ellas teniendo presente el significado de «metanoia» como lo hemos señalado. Y así se nos aclarará el dialogo del relato evangelista… Veamos de que manera podemos entender esto: Los discípulos piensan erradamente, y Jesús no les responde en el sentido de «si no os arrepintiereis», sino en el sentido de «si pensareis muy diferentemente»; o sea, si no se cambiasen de manera de pensar Jesús les advierte que, de otro modo, quedarán sujetos y petrificados y no podrán huir del destino común que aguarda a la generalidad de las personas que siempre parten de lo aparente, de lo visible… en suma, que parten de los sentidos o derivan sus opiniones de las pruebas tangibles. Entonces podemos decir que el primer paso para una verdadera comprensión es la «metanoia». Las gentes pueden recibir tal cumulo de dolores y heridas en la vida que les hagan perder toda creencia y lleguen hasta dejar de pensar. Entonces, procurarán gratificarse en lo posible, o bien abandonarán toda esperanza y vivirán realmente muertos. Pero, en algunos casos, los hay que comienzan a reflexionar en lo que les acontece. Y poco a poco, y si hacen más allá incluso del máximo de un intimo y propio esfuerzo de comprensión posible, llegarán a tener un nuevo punto de vista, una nueva manera de enfocar la vida. Y es en estos casos en donde puede iniciarse en el pensamiento «algo nuevo» y de un modo individual. Es ahí en donde un hombre puede empezar a tener una nueva y correcta actividad de la mente, lo que implicará que puede comenzar a «despertar». En los sufrimientos, catástrofes, o cuando sobrevienen desastres personales, uno siente a menudo que todo cuanto ocurre en la propia vida es algo completamente irreal. Este es un entendimiento correcto, pues esto es, verdaderamente cierto. Es algo que bordea el estado en que se puede alcanzar la «metanoia», la transformación de la mente. Las cosas, entonces, aparecen bajo otra luz. Algo nos hace comprender en aquellos momentos es que lo que sucede en la vida no es lo verdaderamente importante, sino que lo único que importa es la «propia actitud» frente a los inesperados aconteceres. Por un instante se alcanza un punto crucial en el que es posible una revolución de la mente. Y lo que antes era pasivo y estaba bajo el dominio de los sentidos y los acontecimientos de la vida, deja de someterse al mundo exterior y empieza a tener una existencia independiente.
En la Epístola de Pablo a los Corintios puede verse con toda claridad cuan poco adecuada es la palabra arrepentimiento. Acerca del «despertar de la mente activa» trata el apóstol Pablo en la cita que veremos en seguida, donde la palabra arrepentirse se da varias veces en la versión castellana, a pesar de que en el original griego la palabra «metanoia» aparece solamente una vez: «Porque aunque os contriste por la carta, no me arrepiento, bien que me arrepentí; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo os contristo, ahora me gozo no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios. Para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte.» (II Corintios, VII, 8/9). «Fuisteis contristados para arrepentimiento…», o sea que la buena índole del sufrimiento de los corintios fue lo que les condujo al arrepentimiento. En el original escrito en griego de esta cita se da la palabra «metanoia» solo una vez, ahí donde dice «para arrepentimiento» (eis metanoian – εις μετανοια), y solamente demuestra cuán inadecuada es la palabra arrepentimiento. Cuando Pablo dice de sí «no me arrepiento», emplea un término muy distinto, (μεταμελομαι), que equivale al latín «poemitentive» y que es, justamente, el origen de lo que en el español castellano se traduce como arrepentimiento. Sin embargo, todas estas palabras, de tan infinitos valores en el griego, se traducen al castellano con una sola. De esta manera podemos entender que ni la pena ni el arrepentimiento ordinario producen una transformación mental. El hombre puede afligirse, mas no hasta el punto de producir en él una «metanoia». Pero hay cierto tipo de sufrimiento que lleva hasta la metanoia, y a este se refiere Pablo y lo contrasta con el sufrimiento corriente de la vida: «Porque el dolor que es según Dios obra arrepentimiento saludable… mas el dolor del siglo obra muerte». (II Corintios, VIL 10).
Sir Dean Stanley, uno de los pocos comentaristas europeos que entienden el significado de «metanoia» dice: «Este pasaje demuestra cuán inadecuada es la palabra arrepentimiento… Fuisteis contristados de tal modo que cambiasteis de manera de pensar; o, vuestro arrepentimiento equivale a una revolución de la mente…» Tal es lo que se quiere decir. En un sentido más profundo es el sentido mismo de la vida, el de llevar al hombre al punto en que en vez de decirse a ciegas: «esto no puede ser cierto», le haga despertar y por un momento darse cuenta de la irrealidad de lo que ocurre en el mundo, y también de cuan irreal es su conexión con él. Esto es la metanoia: el principio de la transformación de la mente. Todo el motivo de las observaciones de Jesús a propósito de la muerte de los galileos y del accidente de Siloe, es indicar que el verdadero sentido de la frase: «Hágase tu voluntad… en la tierra», no puede captarse sin antes haber entendido la palabra «metanoia», la transformación mental. Sin embargo es necesario que reflexionemos sobre esto que voy a señalar, y lo tengamos presente: «por mucho que creamos saber lo que significa metanoia; la verdad es que no lo entendemos en nuestro actual nivel de pensamiento. Y, a menos que el hombre separe en sí mismo el mundo visible con todos sus acontecimientos, de la idea de un significado supremo de su propia existencia en la vida visible, permanecerá en una condición en que la metanoia, la transformación mental, es un imposible.» El verdadero arrepentimiento, que es una nueva actitud, una manera totalmente distinta de pensar, solo puede iniciarse cuando la persona se da cuenta de que la voluntad de Dios no se hace en la Tierra.
A menudo, cuando se enteran de alguna desgracia ajena, las gentes dicen: «Se lo merece…» En mayor o menor grado, todos sostienen este punto de vista, aunque cada uno piense lo contrario. Todos los que se tienen por muy morales y que entienden la religión solo en lo que llaman términos morales, se afirman en tal punto de vista. Esta es la opinión externa de la religión, según la cual la existencia en la Tierra constituye una especie de castigo o de recompensa; una idea que se apoya en la noción de que la voluntad de Dios se hace en la Tierra…Todos hemos sido testigos del trato que reciben algunas personas, según esta noción. Recuerdo un caso singular en el que un hombre considerado por todos como sumamente moral, un médico misionero, trató a una joven enferma de sífilis de este modo, como si fuese el castigo de Dios por sus pecados y que por lo tanto se le había de considerar un Ser vil. Para él ella no era digna de que se la anestesiara para una operación local sumamente dolorosa. ¿No es acaso muy cierto que toda la crueldad, el salvajismo, la tortura, el odio y el mal que marcan los jalones de la historia religiosa, se apoyan en el error fundamental de ver la voluntad de Dios en todos los acontecimientos en la tierra, y de este modo en la creencia de que la conocemos? Por consiguiente, es de una importancia esencial hacer un esfuerzo y procurar comprender lo que Jesús dice a sus discípulos a propósito del sacrificio de los galileos y los muertos en el accidente de Siloe. Estos hechos nada tienen que ver con la voluntad de Dios. Jesús pide a sus discípulos que consideren tales cosas desde otro punto de vista, y ello significa que cambien de manera de pensar; no significa de ninguna forma que deben arrepentirse. ¿De que iban a arrepentirse los discípulos, en un sentido corriente, por lo sucedido a los galileos y a las víctimas de Siloe? Este cambio en la manera de pensar significa que el hombre ya no ha de alimentarse con la idea de un Dios que castiga a las gentes por sus pecados, o que quienes no concuerdan con condicionadas opiniones morales o principios religiosos son unos pecadores, y que si les sobreviene alguna desgracia es claro signo de que Dios les castiga por ser tan perversos. Jesús no deja lugar a dudas de que tal «actitud» hacia la vida, es un error.
Sean o no religiosas, las gentes a menudo creen que quienes desacuerdan con ellas, ya sea en cuanto a política o cosas sociales, aparte de las religiosas, son unos perversos. Entonces asumen ante ellos una actitud de suficiencia o de superioridad. Y hasta creen que se les debe castigar y destruir. Su creencia es del mundo y se apoya en el mundo. Es una creencia exterior y no una «certeza intima», algo que llevan dentro de sí. Y a menos que este punto de vista se abandone por completo, no puede haber siquiera un comienzo de desarrollo interior en un hombre. Pues en nada cambia las cosas el hecho de que una persona juzgue a otra por su religión o su política, por su moral o cualquier otro motivo. La verdad es que todo lo que corresponde a la vida, al mundo exterior, cuanto atestiguan nuestros pobres sentidos, no es el punto de partida para el hombre que anhela la transformación que Jesucristo señala, primero como «metanoia» y, más adelante, como «renacimiento». La «metanoia» o el cambio en la manera de pensar es la primera etapa para un verdadero desarrollo del hombre. Y el primer jalón de este cambio consiste en dejar de imaginar que la voluntad de Dios se hace en la Tierra. De modo que la frase del Padre Nuestro que dice: «Hágase tu voluntad… en la tierra» es de una importancia incalculable si se la estudia junto con todo lo que Jesús señala a sus discípulos cuando estos interpretan la muerte de los galileos y aquel desastre de los dieciocho de Siloe como castigo por sus pecados. Lo evidente, insisto, es que los discípulos se hallaban al nivel mental de los que creen que la «voluntad de Dios» se hace en la Tierra, que todo lo que ocurre en la Tierra es el resultado de esta «voluntad Superior». Lo que Jesús en realidad dice a sus discípulos con relación al relato de la muerte de los galileos en la caída de la torre de siloe, se podría interpretar así: «A menos que cambiéis de manera de pensar, pereceréis como han perecido ellos…» Y este es el primer ejemplo que muestra con toda claridad lo que Jesús enseñó acerca del significado de esta difícil palabra: «metanoia».
La mezquindad del entendimiento humano es extraordinaria; hace pensar que si alguien que no está persuadido del mismo criterio que uno llega a sufrir alguna desgracia, se la tiene bien merecida. Esto se apoya en la errada idea de que la vida exterior y los males del mundo comportan un significado para nosotros. Toda mezquindad es una insignificancia; es la falta de un significado suficiente. Sea cual fuere la forma como entendamos el símbolo supremo del significado Dios, y aunque creamos o no creamos en Dios, el hecho es que cada uno de nosotros obra personalmente a base de lo que tiene significación para sí. Nadie podría existir sin ello… Una existencia que no signifique nada es insoportable. De modo que resulta evidente que cada hombre comprende y establece una diferente relación con su propio significado. Pero Jesús indica que es un gran error ver este significado en la vida, es decir, el ver el propio «significado supremo», al que los hombres le han puesto, además de otras palabras: Dios. Esto debe comprenderse: El significado más alto existe aparte de los inciertos acontecimientos que se producen en la vida, y a menos que el hombre pueda cambiar de manera de pensar al respecto, sufrirá la suerte común de lo bueno y lo malo que hay en el mundo. Un hombre en esta condición no ha encontrado aún un apoyo cierto desde el cual comenzar. En otras palabras, si cada uno de nosotros no podemos cambiar esas maneras de pensar habituales, partiremos de una base errada si al creer en Dios como la fuente de todo significado, creemos también que hay un significado en nuestra existencia personal, y comenzamos a buscarlo en la vida exterior, tomando las recompensas y los castigos del mundo como hechos llenos de significado. Esto se deduce de la singular importancia que tiene la palabra «metanoia».
El hombre no ha de partir de las exterioridades. Si lo hace, como lo hace la mayoría, quiere decir que es incapaz de cualquier cambio ulterior, es decir de una evolución de lo que es. El hallar significado en las exterioridades, el tomar significados que se encuentran en la vida externa y juzgar por ellos conforme a la propia educación, es contrario a la «metanoia», coarta un cambio en la manera de pensar. Pero la cuestión estriba en que no hay quien este del todo libre de estas opiniones. Y en realidad todo individuo particular alimenta la propia estimación y adoración con sus creencias externas, con los antecedentes formados en sus primeros años, con el sentimiento de que es mejor que otros, ya sea que ocupe en el mundo un lugar destacado o modesto. Y todos creen que debido a su religión o a cualquier otro motivo, que el mundo exterior es el «teatro de una acción moral» en el que nos auto-adjudicamos el papel de la verdad, y que en este «teatro» se ha demostrar a los demás si es necesario, con el desprecio, la violencia o la persecución, que siempre estamos en lo cierto. De modo que no hay quien no vea un significado supremo en las cosas de este mundo —y esto es Dios en la vida exterior— , y no hay quien no esté de acuerdo con esto. Así obran de la mismo manera, el moralista, el político, y también el altruista, etc. Es sumamente difícil desprenderse de semejante punto de vista. Pero comenzar a hacerlo es empezar a transformar la propia mente, es iniciar la «metanoia». Sin darse cuenta de que lo hacen, todos juzgan la vida conforme a su moral establecida formativamente, de acuerdo a lo que llaman sus principios, etc. Y todo esto se apoya en la opinión de que la vida exterior es la fuente de todo. Pero Jesús enseña que de este modo no se obtiene nada. Lo que ocurre en la vida exterior no nos guía. Mas las gentes piensan que todo radica en la vida misma. No advierten que la vida permanece igual, hagan lo que hicieren; y no captan el hecho de que, en virtud de su propia naturaleza, la vida es algo que puede llevar al hombre a la «metanoia», que es una meta divina y suprema. La vida externa no es el lugar donde la voluntad de Dios se hace, y por eso la oración dice: «Hágase tu voluntad… en la tierra». A menos que la persona entienda lo que esto quiere decir, y a menos que empiece a captar sus implicaciones, no sabrá lo que dice cuando reza el Padre Nuestro. Pero esta frase no es la única que ha de comprenderse de una manera nueva en el Padre Nuestro, ha de intentarse con todas. De modo que quien rece el Padre Nuestro ha de estar en un elevadísimo «estado de conciencia», entendiendo el valor de cada palabra y de cada frase para que tenga un verdadero significado Es decir, para que sea una oración en el verdadero sentido de lo que debe ser una oración. Y esto sería la «metanoia» en su significado más profundo.