La lucha es inútil

No emprendas, durante la práctica de la meditación budista, ninguna batalla entre el bien y el mal. El bien debe cuidar al mal como el hermano o la hermana mayor cuida de su hermano o hermana menor, con ternura y el espíritu de la no dualidad. Ese conocimiento proporciona una gran paz interior. La comprensión de la no dualidad pone fin a la guerra civil que se ha desatado en tu interior. Quizás, en el pasado, hayas luchado y quizás todavía sigas haciéndolo.

Pero ¿es acaso eso necesario?

¡No!

La lucha es inútil. Deja de una vez por todas de luchar.

Thich-Nhat-Hanh

Trata tu respiración como si fuera un recién nacido. Inspira y deja que la inspiración discurra con naturalidad. Disfruta sencillamente del hecho de inspirar. Inspira dándote cuenta de que estás inspirando. Y exhala, sonriendo, mientras te das cuenta de que estás exhalando. Así es como puedes practicar. Esto te proporcionará mucha alegría y, si sigues haciéndolo durante un minuto, acabarás dándote cuenta de que tu respiración ha cambiado. Después de practicar con atención durante un minuto la respiración atenta, sin discriminación alguna, la calidad de tu respiración mejora. Se hace naturalmente más lenta y más larga, y la amabilidad y armonía que genera acaba impregnando tu cuerpo y tus formaciones mentales.

Trata de respirar, cuando te sientas alegre, de este modo. Trata, por ejemplo, de prestar atención, mientras contemplas una puesta de sol o estás en contacto con la belleza de la naturaleza, a la respiración. Establece un contacto profundo con la belleza que se despliega ante ti. Inspira… ¡qué felicidad!…, luego exhala… ¡qué hermosa es esta puesta del sol! Y sigue practicando así unos cuantos minutos. Establecer contacto con la belleza de la naturaleza hace la vida mucho más hermosa, mucho más real y, cuanto más atento y concentrado contemples la puesta de sol, más profundamente se te revelará. Tu felicidad se multiplicará entonces por diez o por veinte. Cuanto más atentamente observes la hoja de una flor o escuches el canto de un pájaro, más profundamente conectarás con ellos. Y, al cabo de un minuto de esta simple práctica, te sentirás más alegre, tu respiración se profundizará y enlentecerá y esa amabilidad y profundidad acabarán impregnando todo tu cuerpo. La respiración atenta es una especie de puente que conecta el cuerpo con la mente. Si, mediante la atención plena a la respiración, generas armonía, profundidad y calma, éstas acabarán impregnando tu cuerpo y tu mente. Todo lo que ocurre en la mente acaba, de hecho, afectando a tu cuerpo y viceversa. Si tu respiración genera tranquilidad, esa tranquilidad acaba impregnando tu cuerpo y el estado de tu mente. Esto es algo que, si has practicado meditación, ya habrás descubierto. Si eres capaz de abrazar con ternura tu inspiración y tu exhalación, sabrás que ellas, a su vez, abrazarán tu cuerpo y tu mente. La paz resulta contagiosa. Y lo mismo sucede también con la felicidad, porque la meditación unifica los tres elementos del cuerpo, la mente y la respiración.

Fuente: Estás aquí la magia del momento presente. Thich Nhat Hanh