¡La luz de la agricultura!

Masanobu-Fukuoka
Masanobu Fukuoka

La luz de un sabio japonés, que ante una iluminación súbita a la edad de 25 años despertó del sueño de un laboratorio anodino en el que investigaba patologías y se dio de bruces con el asombro de la vida.
“Las hojas bailaban verdes, centelleantes. Sentí que esto era el verdadero paraíso sobre la tierra. Todo lo que me había poseído, todas las agonías, desaparecieron como sueños e ilusiones y algo que se podría denominar la verdadera naturaleza se reveló ante mí.”

Masanobu Fukuoka

Dejó la ciudad, su puesto en la Universidad, desafiando la corriente de su cultura que iba hacia el mismo abismo de quien la venció a golpe de Hiroshima y regresó a los orígenes, a la granja familiar. A cultivar arroz y mandarinos, pero sobre todo a cultivarse a sí mismo, pues en la contemplación de una brizna de hierba, de una espiga de arroz que salía airosa, fuerte y lozana del desorden de un campo abandonado, comprendió el orden implícito que hay en la sagrada naturaleza y la fuerza que tiene la vida para emerger una y otra vez como un canto de renacimiento.

Comprendió el mal de forzar a la naturaleza y entendió el porqué del abandono de los campos por los campesinos ante una plaga silenciosa que acabó con la primavera. La química avanzaba entre su gente, la agricultura industrializada impuesta por los vencedores con un eufemismo terrible de Revolución verde había acabado, en solo unas décadas, con la fertilidad de la tierra en medio planeta. Los pesticidas y abonos químicos desalojaban a un campesino que se alejaba de los ciclos naturales y que sería sustituido, paulatinamente, por la máquina, y los arrabales de las ciudades y el sake haría el resto para que desapareciese una cultura ancestral de lo agro.

Descubrió en esa debacle de pequeñas hiroshimas lo que era realmente la agricultura “no es la producción de alimentos sino el cultivo y perfeccionamiento de los humanos”.

Se desprendió de todo y se hizo uno con la tierra surgiendo de su proyecto de cultivo una granja que se convirtió en un icono planetario, de todos aquellos que también querían oponerse a la apisonadora. Su agricultura natural dio la vuelta al mundo en las manos de muchos agricultores que empezaron a observar desde el silencio de una vida simple el cómo la naturaleza ordena el mundo, y las manos de Fukuoka se multiplicaron por miles y sus mensajes se hicieron recordatorio de un paraíso perdido:

“La gente ya no pone los pies en la tierra pelada. Sus manos se han alejado de hierbas y flores, no dirigen su mirada al Cielo, sus oídos están sordos al canto de los pájaros, su nariz se ha hecho insensible a causa de los humos de los tubos de escape y su lengua y su paladar han olvidado los sabores sencillos de la Naturaleza. Los cinco sentidos han crecido aislados del orden natural. La gente se ha alejado dos o tres escalones del hombre verdadero…

Los verdaderos gozos y deleites del hombre eran un éxtasis natural. Esto solo existe en la Naturaleza y se desvanece lejos de la Tierra. Un medio ambiente no puede existir fuera de la naturaleza, y así la agricultura deberá ser el fundamento para vivir. El retorno de toda la gente al campo para cultivar la tierra y crear aldeas de hombres verdaderos es el camino a seguir para la creación de ciudades ideales y naciones ideales”.

Masanobu Fukuoka

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