El hábito de sentirnos ofendidas...

Las personas se pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que alguien les hizo.
La sorprendente revelación que te voy a hacer, va a cambiar tu vida…¡Nadie te ha ofendido! Son tus expectativas de lo que esperabas de esas personas las que te hieren…
Y las expectativas las creas tú con tus pensamientos…¡NO son reales!
¡Son imaginarias!
Si tú esperabas que tus padres te dieran más amor y no te lo dieron, no tienes por qué sentirte ofendida.
Son tus expectativas de lo que un progenitor ideal debió hacer contigo, las que fueron violadas. ¡Tus ideas son las que te lastiman!
Si esperabas que tu pareja reaccionara de tal o cual forma y no lo hizo…¡Tu pareja no te ha hecho nada!
Es la diferencia entre las atenciones que esperabas tuviera contigo y las que realmente tuvo, las que te hieren.
Nuevamente, ¡eso está en tu imaginación!
¿Enojada con Dios?
¡Son tus creencias de lo que debería hacer Dios, las que te lastiman. Dios jamás ofende ni daña a nadie!
Un hábito requiere de todas sus partes para funcionar. Si pierde una, el hábito se desarma.
El hábito de sentirte ofendida por lo que te hacen otras (cuando en realidad nadie te hace nada) desaparecerá cuando conozcas mejor la fuente de las “ofensas”.
Cuando nacemos, somos auténticas.

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Pero nuestra verdadera naturaleza, es suprimida y sustituida artificialmente por conceptos que nuestros progenitores, la sociedad y televisión nos enseñan. Y crean una novela falsa de cómo deberían ser las cosas en todos los aspectos de tu vida y de cómo deben actuar las demás.
Una de las mayores fuentes de ofensas es la de tratar de imponer el punto de vista de una persona a otra y guiar su vida. Cuando le dices lo que debe hacer y te dice “no”, se crean resentimientos por partida doble.
Primero, te sientes ofendida porque no hizo lo que querías.
Segundo, la otra persona se ofende porque no la aceptaste como es. Y es un círculo vicioso.
Todas las personas tienen el derecho Divino de guiar sus vidas como les plazca.
Aprenderán de sus errores por sí mismas. ¡Déjales ser; nadie te pertenece!
Las personas son un río caudaloso. Cualquier intento de atraparlas te va a lastimar. ¡Ámalas, disfrútalas y déjalas ir!
1-Entiende que nadie te ha ofendido. Son tus ideas acerca de cómo deberían actuar las personas o Dios, las que te hieren. Estas ideas son producto de una máscara social, que has aprendido desde tu infancia de forma inconsciente. Reconoce que la mayoría de las personas NUNCA va a cuadrar con esas ideas que tienes. Porque ellas tienen las suyas.
2-Deja a las personas Ser. Deja que guíen su vida como mejor les plazca. Es su responsabilidad. Dales consejos, si te los piden, pero permite que tomen sus decisiones. Es su derecho divino por nacimiento: el libre albedrío y la libertad.
3-Nadie te pertenece. Ni tus progenitores, ni amigos, ni parejas. Todas formamos parte del engranaje de la naturaleza. Deja fluir las cosas sin resistirte a ellas. ¡Vive y deja vivir!
4-Deja de pensar demasiado. Ábrete a la posibilidad de nuevas experiencias. No utilices tu inventario. Abre los ojos y observa el fluir de la vida como es. Cuando limpias tu visión de lentes oscuros y te los quitas, el resultado es la visión limpia.
5-La perfección no existe. Ni el padre, la madre, las amistades, o la pareja son perfectas.
Es un concepto creado por la mente humana que a un nivel intelectual puedes comprender, pero en la realidad NO EXISTE. Porque es un concepto imaginario.
Pregúntate :
¿Un bosque perfecto sería solo puros árboles, sol, sin bichos, ni insectos, etc.? ¿existe? ¡¡NO.!!
¿ Para un pez, el mar perfecto sería aquel donde NO hubiera depredadores..? ¿existe? ¡¡NO.!!
Te invito a que analices tus razones para estar ofendida.
¡Mira dentro de ti!
Basado en una aportación de María Tamanaca