La ausencia total de sonido es materialmente imposible. Así, desde el origen de los tiempos, el hombre ha vivido en un entorno repleto de sonidos procedentes de las diversas manifestaciones de la naturaleza: el ulular del viento, el caer de la lluvia, el canto de los pájaros, el crepitar del fuego, el rumor de las olas. Un mundo lleno de armonía que ha conseguido influir física, emocional y mentalmente al ser humano consiguiendo crear estados de relajación, de estimulación o de armonización de la energía vital.